Fuiste tan especial para mí, tan mujer, tan tú, que dejaste tus huellas para siempre grabadas no sólo en mi piel si no en mi mente, en todos mis recuerdos tan llenos de ti, en cada una de mis palabras y mis actos y desde que llegaste a mi vida, aprendí a vivir sin dejar a quererte, de desearte como loco, de sentirte; en dos palabras… SIN OLVIDAR… cuando el tiempo pase inclemente y la vejes sin tregua me persiga, tal vez te encuentre por allí, bella, a pesar de los años; olvidaos los temores y los daños, me sentirás de algún modo presente y aunque no te lo diga tu sabrás que te extraño. Cuando uno de esos remolinos de remembranzas llenas de ti, una de esas tormentas de nostalgia en las que a veces me pierdo, no sí por loco o por cuerdo, por cuestiones del destino te traigan de nuevo a mí, sabrás que aún te recuerdo. Aunque algunos de mis escritos, imagen de mi sentir de hombre, testimonio de un amor jurado con verdad, con legitimo orgullo, con un dolor al que le huyo, con un sentir infinito, no lleven al final tu nombre, tú sabrás que son tuyos, y sabrás que no mentía, que no había más verdad que tú en mi mundo; un mundo que sin ti esta hueco, como un río que está seco porque perdió sus alegrías; que grito ¡TE AMO! En mi soledad y llegas a escuchar mi eco. El eco de la angustia de mi voz, de un pesar tan extenso que a la locura me lleva al recorrer tu camino, locura que a veces no domino. Y preguntándole a Dios porque en el día te pienso y en las noches te imagino. Y te contarán que me vieron paseando solitario en mi melancolía, retrocediendo en el tiempo, buscándote en cualquier parte, sufriendo por no encontrarte y que triste me sintieron, tú sabrás reina mía. Que no he podido olvidarte. Y sólo muriendo te podré olvidar, pero eso también puede ser incierto, pues, cuando ya me estén enterrando y veas mi cuerpo extendido, tú tendrás que pensar que estás en la mente del muerto que no te enterró nunca en su olvido. (Original para quienes no saben olvidar).
Por Eros
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