Cuanto más visita Facebook la gente, menos feliz es.:
Un estudio de enero que publicó Cyperpsychology, Behavior and Social Networking determinó que cuanto más tiempo pasa la gente en Facebook, más felices considera que son sus amigos y más triste se siente en consecuencia.
"La verdad es que no me gustan mis amigos", se queja Veronica Sawyer (Winona Ryder) en la película "Heathers", de 1989, un clásico de culto sobre grupitos, suicidio y deportistas en el secundario. Jason Dean (Christian Slater) contesta: "La verdad es que a mí tampoco me gustan tus amigos".
Esas líneas resonaron mucho antes de que existieran Facebook o Foursquare. Imaginen cómo nos sentimos ahora cuando recibimos un bombardeo de pensamientos, sentimientos, deseos y destinos de nuestros amigos a través de un constante flujo de actualizaciones de estado, links, tweets y fotos.
Con toda facilidad pueden surgir celos, enojos y resentimiento.
"Dejé de seguir a algunos amigos porque los veía tweetear sobre todas las fiestas a las que yo no estaba invitada", declaró al New York Times Laurie David, escritora y productora de Hollywood.
Un estudio de enero que publicó Cyperpsychology, Behavior and Social Networking determinó que cuanto más tiempo pasa la gente en Facebook, más felices considera que son sus amigos y más triste se siente en consecuencia.
¿Qué pasa cuando alguien está en su casa y los alertas de redes sociales le informan que sus amigos se encuentran en un bar? Surgen sentimientos de ansiedad, pena e incomodidad, una combinación que Jenna Wortham, del New York Times, llama FOMO, sigla en inglés de "temor de quedar afuera".
Las millones de actualizaciones brindan pantallazos divertidos, o a menudo irritantes, sobre las actividades de amigos, enemigos, colegas y ex parejas. Videos de bebés, fotos de vacaciones y declaraciones políticas con las que no se coincide pueden resultar abrumadores. Es entonces cuando los amigos se separan. Lo hacemos en la vida real. Los psicólogos lo consideran una etapa inevitable de la vida en que la gente alcanza suficiente madurez y conciencia de sí para saber quién es y qué quiere, así como qué amigos merecen su atención y cuáles no, informó el New York Times.
El proceso hasta tiene un nombre clínico: teoría de la selectividad socioemocional.
Online, sin embargo, a muchos les resulta difícil resistirse a examinar la vida de otros. "Solía mirar las fotos de viajes de otras personas y después preguntarme: `¿Por qué no he caminado por la Gran Muralla China?’ También sentía culpa: `Debería llevar a mi hijo a España.’ ¡Y ni siquiera me gusta viajar!" declaró al New York Times la novelista Laura Zigman.
Pero los usuarios no se limitan a enojarse entre ellos. Los sentimientos negativos se extienden a los creadores del software. Algunos se sintieron desairados cuando Facebook presentó la documentación para una de las más lucrativas ofertas públicas iniciales de la historia y preguntaron dónde estaba su parte. "Sin mí y las otras 844.999.999 personas que llaman la atención, indican que algo les gusta y comparten información en el sitio, Facebook sería árido, desolado y triste", escribió Nick Bilton en el NYT.
En la página de Mark Zuckerberg, alguien escribió luego de la OPI: "¿Por qué abrir las acciones de Facebook sólo para la elite? ¡Dé la oportunidad a todos los que lo ayudaron a hacer de Facebook lo que es hoy!" Jaron Lanier, un "innovador residente" de la Universidad del Sur de California, teme que compañías como Facebook y Twitter no les paguen a sus usuarios mientras sus empleados se enriquecen con el contenido gratuito que generan los usuarios.
Declaró al New York Times que ese proceso dividirá y distorsionará la sociedad.
Si es que no lo está ya. ¿Estamos cerca de la saturación de actualizaciones de estado? Kevin Systrom, CEO de Instagram, una aplicación para compartir fotos, señaló al New York Times: "Somos seres humanos, y nuestra capacidad de procesar información tiene un límite". Lo mismo sucede que nuestra cantidad de amigos. (Clarin)
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