“Diez euros por una ida y vuelta a Giglio”: apenas llegados al puerto italiano de Santo Stefano, el turista se ve asediado por ofertas para ir a ver el casco del “Costa Concordia”, el navío que naufragó el fatídico 13 de enero de este año frente a la costa toscana.
La idea parece tener éxito: numerosos turistas en bermudas y chancletas hormiguean por el puerto para embarcarse en las naves que llevan a la pequeña y encantadora isla italiana, meta turística desde antes del naufragio que dejó un saldo de 32 muertos.
“Con seguridad la isla atrae ahora a mucha más gente, porque desafortunadamente las desgracias cautivan más que las cosas lindas”, observa Daniela, una estudiante de imponente cabellera quien viaja hacia la isla con su amigo Davide.
En el ferry, que pasa a pocas decenas de metros de los restos del crucero lujo que yace volcado, Lucía, una rubia señora sobre los cincuenta, confiesa consternada: “Me duele ver un coloso de esas dimensiones en ese estado”.
“Pero la isla debe seguir viviendo, por eso decidimos pasar las vacaciones aquí”, sostiene.
Una opinión compartida por el centenar de turistas que se congregan en el puerto para tomarse fotografías ante el “Costa Concordia”, que transportaba a 4.229 personas, de las cuales 3.200 turistas de 60 nacionalidades cuando encalló sobre una roca.
A dos pasos de la carcasa, en una pequeña playa, los veraneantes se bañan tranquilamente frente al pecio volcado.
“Vivimos todo el naufragio por la televisión y eso incrementa el turismo”, admite Ettore, quien viajó desde Florencia a la isla, antes de sumergirse en las aguas cristalinas.
El alcalde del Giglio, Sergi Ortelli, reconoció que el turismo había aumentado.
“Se trata de un turista que viene para pasar la jornada, de curiosos que vienen para tomar una foto del paquidermo recostado sobre las rocas”, explicó.
“Una curiosidad excesiva, que se satisface con la visita al Giglio, como si fuera un museo”, recalca Ortelli, propietario de una agencia de alquiler de apartamentos y de motos.
“El turismo que nosotros preferimos, que ama el mar limpio y protege el medio ambiente, ha sido el más afectado”, lamenta el alcalde, tras mencionar la caída de reservaciones en hoteles y centros de vacaciones, un fenómeno que atribuye también a la crisis económica.
“Ojalá que lo retiren rápidamente”, confiesa uno de los asesores para la protección del medio ambiente, Alessandro Centurioni.
“La nave hoy en día hace parte del paisaje, pero también lo alteró. Y cada vez que la veo, vuelvo a sentir dolor y tristeza”, cuenta.
La compleja operación para desencallar el crucero de lujo, de 114.500 toneladas, es considerada un verdadero desafío técnico y deberá iniciar en poco tiempo, por lo que el alcalde está optimista.
“El pasado 15 de mayo aprobaron el proyecto para el retiro del pecio. Y si se tiene en cuenta las condiciones metereológicas, en primavera del 2013 se habrá ido”, aseguró.
Los expertos deberán primero enderezar la nave y luego remolcarla a un puerto para desarmarla.
Paralelamente la magistratura deberá iniciar el juicio, probablemente en el 2013, para establecer quienes fueron los verdaderos culpables de la tragedia.
Nueve personas van a ser procesadas por el caso, entre ellas el capitán Francesco Schettino, emblema de la Italia cobarde, al haber abandonado el navío y omitir revelar a las autoridades marítimas italianas la gravedad del accidente, causado por haber navegado muy cerca a la orilla para ofrecer un saludo especial a los habitantes de la isla.
Afp
La idea parece tener éxito: numerosos turistas en bermudas y chancletas hormiguean por el puerto para embarcarse en las naves que llevan a la pequeña y encantadora isla italiana, meta turística desde antes del naufragio que dejó un saldo de 32 muertos.
“Con seguridad la isla atrae ahora a mucha más gente, porque desafortunadamente las desgracias cautivan más que las cosas lindas”, observa Daniela, una estudiante de imponente cabellera quien viaja hacia la isla con su amigo Davide.
En el ferry, que pasa a pocas decenas de metros de los restos del crucero lujo que yace volcado, Lucía, una rubia señora sobre los cincuenta, confiesa consternada: “Me duele ver un coloso de esas dimensiones en ese estado”.
“Pero la isla debe seguir viviendo, por eso decidimos pasar las vacaciones aquí”, sostiene.
Una opinión compartida por el centenar de turistas que se congregan en el puerto para tomarse fotografías ante el “Costa Concordia”, que transportaba a 4.229 personas, de las cuales 3.200 turistas de 60 nacionalidades cuando encalló sobre una roca.
A dos pasos de la carcasa, en una pequeña playa, los veraneantes se bañan tranquilamente frente al pecio volcado.
“Vivimos todo el naufragio por la televisión y eso incrementa el turismo”, admite Ettore, quien viajó desde Florencia a la isla, antes de sumergirse en las aguas cristalinas.
El alcalde del Giglio, Sergi Ortelli, reconoció que el turismo había aumentado.
“Se trata de un turista que viene para pasar la jornada, de curiosos que vienen para tomar una foto del paquidermo recostado sobre las rocas”, explicó.
“Una curiosidad excesiva, que se satisface con la visita al Giglio, como si fuera un museo”, recalca Ortelli, propietario de una agencia de alquiler de apartamentos y de motos.
“El turismo que nosotros preferimos, que ama el mar limpio y protege el medio ambiente, ha sido el más afectado”, lamenta el alcalde, tras mencionar la caída de reservaciones en hoteles y centros de vacaciones, un fenómeno que atribuye también a la crisis económica.
“Ojalá que lo retiren rápidamente”, confiesa uno de los asesores para la protección del medio ambiente, Alessandro Centurioni.
“La nave hoy en día hace parte del paisaje, pero también lo alteró. Y cada vez que la veo, vuelvo a sentir dolor y tristeza”, cuenta.
La compleja operación para desencallar el crucero de lujo, de 114.500 toneladas, es considerada un verdadero desafío técnico y deberá iniciar en poco tiempo, por lo que el alcalde está optimista.
“El pasado 15 de mayo aprobaron el proyecto para el retiro del pecio. Y si se tiene en cuenta las condiciones metereológicas, en primavera del 2013 se habrá ido”, aseguró.
Los expertos deberán primero enderezar la nave y luego remolcarla a un puerto para desarmarla.
Paralelamente la magistratura deberá iniciar el juicio, probablemente en el 2013, para establecer quienes fueron los verdaderos culpables de la tragedia.
Nueve personas van a ser procesadas por el caso, entre ellas el capitán Francesco Schettino, emblema de la Italia cobarde, al haber abandonado el navío y omitir revelar a las autoridades marítimas italianas la gravedad del accidente, causado por haber navegado muy cerca a la orilla para ofrecer un saludo especial a los habitantes de la isla.
Afp
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